Perdón por haber tardado tanto en escribirte, por intentar olvidar que estamos mal.
Perdón por no haber estado cuando lo has necesitado, cuando has tenido épocas malas en este tiempo, por no haberte llamado sólo para que me contaras qué tal va todo por mi ciudad favorita.
Perdón por seguir sin llamarte, o simplemente escribirte... si me conoces bien sabes que soy muy rencorosa, y aún no se me ha olvidado...
Perdón por ser tan orgullosa, quizá eres quien menos lo merece, pero es que he aprendido a serlo, a no tener que ir detrás de nadie... y tú tampoco has llamado en este tiempo.
Y también te he necesitado.
Mucho.
Tus palabras de ánimo siempre reconfortan, y tus abrazos.
Pero no lo has hecho.
Y yo también he querido oírte o leerte, pero no has aparecido...
Y eso también cuenta.
Pero me has enseñado a perdonar, y yo te perdono, como pretendo que tú también lo hagas. Aunque a veces eso no sea suficiente.
Aunque sigamos 8 meses más sin hablar.
Y esto no quita que te eche de menos o que te quiera. Porque lo hago. Las dos cosas. Porque somos de la misma sangre.
No voy a estar toda la vida esperando.
Ni tú tampoco.
Pero quiero que sepas que si lo necesitas, estoy. En cualquier momento. Para un abrazo en la distancia. Para un viaje exprés. Para una llamada. Para un mensaje. Estoy aquí.
Pero no por mucho tiempo... así que no tardes.
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