lunes, 18 de mayo de 2015

COSQUILLEO





Que a estas alturas me resulta casi imposible fingir que no estoy enamorada de ti hasta las trancas, que si pudiera te llevaría conmigo hasta el más recóndito de los lugares, para que nadie pudiera ver que en cada beso que nos damos se siente la electricidad que forman nuestros cuerpos al tocarse, al fundirse en uno solo. Que daría lo que fuera porque me cogieras de la mano en público y todo el mundo se diera cuenta de que la felicidad nos sale por los poros de la piel. Que cuando estamos solos nos entendemos como si nuestros cuerpos fueran uno, que cuando nos vemos sin querer sabemos sonreírnos de tal manera que soy capaz de derretirme al instante, que cuando no te veo te recuerdo y siento el mismo calor que cuando me tocas. Que noto como se me ruborizan las mejillas cada vez que sin querer mis ojos se encuentran con los tuyos y mi corazón da un vuelco. Que sólo tú consigues que saque toda la inocencia que tengo guardada y a la vez sea completamente lo contrario. Que con hablarme sabes sacarme de quicio y salvarme al instante. Que si me hundo no conozco mejor lugar para agarrarme que tu espalda, que mis piernas no saben estar entrelazadas en otra cadera que no sea la tuya, que mis manos no pueden sostener otro mundo que no sea el tuyo, que mis ojos no consiguen ver más allá de ti. Que en tu vida siempre hay hueco para mí, y si no lo hubiera, sería capaz de abrir un agujero más grande para caber yo también. Que en mi vida has desplazado todo lo que son mis órganos vitales, hasta incrustarte bien adentro de mi alma. Que gracias a tu manera de hacerme de rabiar he sabido hasta dónde puedo llegar, y siempre me sorprendo cuando por ti doy la vuelta a la tierra volando (y eso que siempre me han dado mucho miedo las alturas). Que he aprendido que querer a veces se queda corto, y que el amor a veces no basta, por eso a lo nuestro no le pongo nombre y me limito a llamarte mi vida, a pesar de que sé a ciencia cierta que jamás ese término se acercará a todo lo que siento por ti.