La verdad es que las noches que consigues colarte en mis sueños duermo mejor.
Será quizá por esa manera de abrazarme,
de protegerme como si el mundo quisiera comerme
cuando en realidad quien se muere por hacerlo eres tú.
Será que en tus brazos me encuentro completa,
de la manera que sólo lo consigo si estás conmigo.
Desde que apareciste sonrío mucho más,
los peores días del mes soy capaz de tomármelo con calma,
incluso río si te habla esa amiga tuya que quiere lamerte la vida
y dejarte sin aliento.
Desde que me preparas el desayuno por las mañanas
me dan ganas de regalarte hasta mi alma,
en esa cama de 1,50 que ha sabido tantas noches abrirse para nosotros.
No me imagino una lágrima que no tenga tu nombre
ni un beso que no tenga esa espalda en la que cada noche
consigues que me pierda.
No me imagino una vida sin tus caricias los domingos,
en los que la manta y el chocolate caliente pasan a un segundo plano
porque lo que más calor da al piso somos nosotros
dando vueltas sobre el sofá
sin hacer caso a la película romántica que dan en la uno,
formando nuestro propio romance,
entrelazando las piernas,
dejándonos la piel.
La verdad es que los días que consigues hacerme feliz son los mejores.
No te vayas,
necesito que me sigas esperando cada noche de sábado,
cuando el ruido de mis tacones te despierta y tú sólo sabes
cogerme de la mano y lanzarme a tu lado en la cama.
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